Las 12 de la noche en su reloj de péndulo, los ojos rojos del ordenador y un cansancio en el cuerpo que le destrozaba la ilusión por vivir.
Salió del polígono de Paterna para coger la autovía esta tan chula que han hecho para llegar a Villar, donde su esposa le esperaba preocupada y con los huevos fritos helados por la demora.
El Audi rugía por el asfalto, tenía muchas ganas de llegar y morir en el cariño de su amada, y recordarle lo mucho que le quería. Se acaba el doble carril, una bajadica y ¡¡¡pum!!!
El sonido ensordecedor le hizo frenar en seco (Antonio Pablo no) y llegar vacilando hasta la cuneta.
¡¡¡Mierda primo!!! Un pinchazo y no tengo la de repuesto.
Era oscuro y con la que estaba cayendo. El pobre Henry estaba perdiendo toda la esperanza de que alguien le recogiera y mañana otro día será. Fumó.
A los 20 minutos apareció Fernandes (jugador del Valencia) que suele estar en todos los sitios. Bajo la ventanilla, le miró a los ojos, subió la ventanilla y se marchó sin decir nada. Henry tan solo pudo arrugar los hombros en muestra de estar flipando con el asunto y con el sujeto en cuestión.
Se vio totalmente perdido. Alivió un poco la lluvia, por lo que decidió subir por la montaña de arena que delimitaba la carretera en busca de auxilio. Pues recordaba de su infancia que cerca existió un pueblo, al que solían llamar Peladilla o algo así.
Anduvo durante media hora hasta que llegó a un extraño paraje. Habían viviendas, pero al parecer estaban totalmente deshabitadas, un tanto desolador. Pasó la característica boja dando vueltas mecida por el viento.
Estaba en lo cierto, el primer edificio ponía en grande "Peladilles" y había una parada de chelvana, lo cual demostraba que aquello fue un pueblo ¿de la Serrania? alguna vez.
Algo se movió entre los contenedores, Henry se contrajo y espero cualquier cosa menos un pitraco potente, pues ya tenía rodaje.
Tambien estaba en lo cierto, una abuelica en harapos emergió de entre la basura. Llevaba una cesta de mimbre ceñida al talle y entre murmullos dijo:
"¿Vols peladilles o un bocadill de xamó i ques amb olives sense hues, que t´ha pillat l'auia?"
Henry no entendía nada de lo que la malparada mujer trataba de comunicarle, parece ser que utilizaba algún tipo de lenguaje tribal desconocido que a duras penas recordaba al valenciano.
La situación era comprometida, el bueno de Henry Kuchson tratando de hacerle entender a la mujer que no comprendía nada. Y la anciana que si el camín es rec, dand la vuelt per aquell cas y girand per la derech.
Los verbos acabados en i no paraban de sonar y su cerebro iba a explotar en cualquier momento, una "sibridisis di i". Las paranoias no cesaban en su empeño. En un alarde de agobio cogió la cesta de la mujer y se comió un puñao de las bolas blancas que contenía en su interior, creyendo ser termalgines bien gordos.
El fruto prohibido de la arrugada señora databa de siglos antes del último Papa, que falleció en el intento de comerse uno con la dentadura postiza. Henry empezó a ponerse amarill, como le decía la anciana, y aquella ciudad fantasma se convirtió en su tumba.
Días después, un conductor de chelvana, con bastante mala leche, que le disian Little boy y amigo de Henry, llevó el cuerpo sin vida del buenazo a la sacristía hiperespacial de Losa de donde decían, era natural.
Bibliografía empleada: "Casiner de bolsill" M. Garrido, doctor en filología casinera.
Esto es como el acertijo del hijo de Juan, el que ambos están sentados en un banco (solución: Esteban), las dedicatorias están incluidas en la misma historia y la razón de las mismas es el ánimo que el escritor recibe siempre que le dicen que han leído su historia y les ha gustado. Besos chicos, bueno va grandes.
