martes, 9 de septiembre de 2008

MORTAL COMBAT : Tan sólo nos quedará la reencarnación

Recuerdan los semimuertos, entre seniles cartetas clandestinas, el episodio más sangriento jamás acontecido más allá del Cerro Gordo. Allá donde reptan los borrachos, que se preocupan cada día de corregir el día, dándole más horas a su querida oscuridad.

Tocaban trompeta aquel amanecer. Los fiambres expuestos a lo largo de la calle, eran sustituidos por cruces que a posteriori darían nombre a la misma.

Muchas abuelas salían de sus guaridas y sorteando, azarosamente los cadáveres, alcanzaban Rupert. Esquivando los intentos del comerciante de endosarles una zapatilla, se disían: “¡Uuuhhhhhhhh! Que marraná, ¿quién va limpiar esto? ¿El ayuntamiento?

Las anteriores horas habían sido devastadoras para los habitantes de este próspero pueblo. Con la oscuridad, un ser maligno y un tanto avaro, había surgido desde las profundidades del balsón, con un único propósito, acabar con toda la juventud del vecindario.

Su motivo, sutil, el odio a lo avenido o por avenidar. Quería venganza por lo que una vez fue y le fue arrebatado, si yo quisiese y tú te dejaras. Vestía con ropa del monte y blandía la vara, con la que mientras cantaba aquella arcaica tonada, iba cercenando joveznales cuellos. Era un ser no abobinable, es decir, no se podía enrollar. Así que no tenía ninguna razón para cesar la masacre. Su fuerza era superior a la de un tractor de garrofas en Saturno.

Pero su fiesta se iba a aguafiestear, un musculado engendro dibujumano descendía desde el minero apurando las babas de una litrona sin etiqueta. Rompió el culo de la litrona y le miró al entrecejo.

- “Ahora no cantas” dijo nuestro héroe con la voz temblorosa.

- “Ja ja, que vas a pelear con ese litro de mierda, Rajoy” blasfemó el maligno.

- “No es que voy ciego y siempre lo hago” mientras acariciaba el suelo de una ostia.

- “Pero serás ridiculo, vas ciego” mientras contemplaba el despectáculo bienhallado.

El show lamentable del barruntador legendario no le hacía gracia a nadie. Todos guardaban silencio en símbolo de desilusión y señalaban con el dedo. El tío de la higuica se partía el coxis y se decantó por acabar con aquel desacato. Algún paisano incluso lo animaba a hacerlo. “Tío mátalo, desnutrido”

Nuestro héroe yacía en el suelo totalmente cocido. Su cabeza permanecía en su sitio y pronto se vio inmerso en un mar de ideas. Empezó a recordar los motivos por los que estaba allí, los años de soledad, el duro entrenamiento. Lo iba a perder por el antojo de ponerse ciego ese día. Su autoestima no podía permitírselo.

El tío de la higuica estaba a punto de asestar su golpe de gracia, pero a su vez, andaba algo entretenido con el entreteto de una moza alcublana. Tanta falta de profesionalidad en la batalla que aún quedaba por librar, le había desconcentrado bastante. Tan bastante, que todo su odio se había concentrado en dos esféricos senos. Una vez al año, empieza a hacer daño

El barruntador, como su propio nombre indica, barruntó lo salido que se hallaba el maligno tío y reunió todas sus fuerzas para levantarse. Casi no lo consigue, pero tambaleándose se acercó al tío.

Tantos años de maceración a bases de rebollones, le habían proporcionado magra suficiente para superar la tonelada. Así que el apisonamiento involuntario y ebrio, por parte del barruntador sobre el tío, llovía sobre mojado.

El tío se vio cubierto, no sexualmente, por aquella mole, que con el ciego le había entrao hambre. Sin rechistar se jodió la higuica como el que no quiere la cosa. El tío empezó a arder como la ramucha y en varios segundos, no quedaban brasas ni para turrar una pechuga.

El gentío despertó de su aburrimiento y empezó a corear el nombre del barruntador. No lo cogieron ambrazos, era obvio, pero lo abrazaron y besaron, no sexualmente también.

De pronto, el barruntador comenzó a hincharse hasta que explotó en una nube de humo y birramen. Desde el cielo llegó una voz maligna, era el bando: “Ja ja, iluso barruntador, la almendra de la higuica era amarga”

Desde aquello, los Carnavales y el Villar son otra cosa. Año tras año, tenemos Chinchoso, tenemos la reencarnación tío de la higuica y a partir de ahora, tenemos la encarnización del barruntador.


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