viernes, 28 de noviembre de 2008

El alfa y el omega de la murgosidad

Ante los comentarios escritos por Anónimo en el pasado "post" o como se diga, me siento adulido (digamos una mezcla de "aduyado[del xurro]"-aludido) a escribir otra vez y en pos de las murgas. Esputando palabras en mi limitado tiempo en la red, así me curo de simple.

Las murgas nos gustan mucho, a los de abajo, como a los de arriba, no tanto a algunos que a otros, mientras otros, que dándose por aludidos en los afilados textos, no disen ni pruna. Paradojas del catolicismo de las murgas.

Los equipos se ebrian con dulzura, pues de su consciencia depende su murga y la de sus primates, que a su vez se ebrian pensando en lo mismo y más o menos se cierra este amistoso bucle.

La rivalidad tensa el aire, pero sin escupir ni insultar, se puede pegar bocanada y cantar, como si la hubieras parido, la puta murga. Las risas no tardan en venir, pues que vale una risa, los hay más agarrados críticos musicales o componentes de otras murgas que niegan una sonrisa como símbolo de su supremacía murgil, pero en el fondo, espero, todos nos partimos el hojaldre, a menos que sea de Rupert.

Los chalados de hay abajo, aunque parezca una ironía, no saben que se pierden, pues estar ahí arriba y chillar como puedes cuatro letras pelas, para mi y para muchos más, aparte de la mork, es lo más importante del Carnaval.

Ánimo zagales del pueblo, ánimo vejestunos del ancestro, ánimo malfatanes de siempre, arriba las murgas joder, haber si no hace falta alquilar una verbena para después y basta con el arte o desastre del pueblo, más bien sería una utopía.

Es como todo, si metes el cuello un poco, te enganchas y no puedes salir, que se le va hacer, así son los Carnavaloides, una de las drogas más duras. No sólo de comer morro (besos[de la sutileza de la calle]) vive el animalico que todos llevamos dentro.


lunes, 17 de noviembre de 2008

Julián Narigal - De fiesta en el espejo

Atrapado en su mediocre estudio, se desesperanzaba con la causa, pero en un último instante pensó: "Julián sale"

Los jueves ya no le caian bien, le aburrían hasta el espiritu santo, santo cobardica en el que jamás creyó. Entonces embriagarse a granel fue su destino y a ciegas fueron sus consiguientes pasos.

Tambaleandose en los límites de la ignorancia humana generada por el ambiente narco-etílico, mostrosé asimismo divertido, el rey de su propia fiesta.

Andaba por la calle como cualquiera podría olvidar, y en pocos minutos, al ambiente vino a parar. Pasando segundos y horas, tocando trompeta y gritando a las farolas, apareció el bueno de Tomy, que libraba a buena hora.

Deslizándole una entrada exclamó: "10 pavos con consumición"

Se vió en una encrucijada, planeada con anterioridad por su pre-etílico consciente, que ahora más bien de subconsciente, se bienhallaba inconsciente. Tuvo que entrar a ver el percal.

Sus nuevos amigos le apresaban el hombro, no sabía porque les estaba invitando a su tiempo, tampoco como había empezado y cómo acabará todo.

Las jóvenes doncellas bordeaban su estupidez y apretaban el acelerador para salir pitando cuando Julián ponía el verde. La edad y el desamparo.

Jamás escuchó música, ni conversación, o eso almenos eso recordó en tal semejante resaca. Y ahora viene la bonica historia de autoconsolación, el premio más bajo de la tómbola de la vida que el más facineroso amañó.

Malparado en el espejo se dijo nunca más, pues que querías encontrar, mangurrián, en zona de apareamiento humana. Infeliz como una paloma que falla una cagada contra las bases del sistema por las que ha sido estipulada.

Resumiendo-me,-te,-le,-nos,-os,-les ... besa-me,-te,-le,-nos,-os,-les.


domingo, 9 de noviembre de 2008

Pánico ante una proposición ridícula

Dicen que Obama ganó las elecciones, pero muchos seguimos pensando que las ganó Marius, aunque Obama sea el portavoz de la honorable Junta de Cristal… todo sigue igual.

La crisis esta mellando la espada que levantemos en su día, jurando que habrían aires de cambio, y el relente del invierno nos provoca cada día que pasa más pánico.

“Siguen lloviendo ideas espectaculares en las reuniones acerca del gran día del Carnaval y son ampliamente aprobadas” Ironiza el narrador.

- Acentuar la majestuosidad del entierro de la morca por unos simples y míseros chavos, dándole sepultura en el balsón con majestuoso funeral y multitudinario séquito, como debería hacerse por tradición.

- Otorgar a las murgas el sonido que se han merecido desde sus inicios y un montaje a parte (aunque sectores radicales y minoritarios, por suerte, crean que este acto es un simple y lamentable espectáculo de borrachos que no tienen ni puta idea)… si Congrete, como oyes y se te parte el corazón al instante.

La situación está clara, escucha y calla. La pela es la muerte de la idea y no se puede hacer más, porque todo es ridículo. Ampliar el Carnaval es ridículo, mejorar el Carnaval es ridículo, dar a la gente de Villar y peroleros visitantes un espectáculo digno es ridículo.

Vivo en el mundo de lo ridículo que se le va a hacer, las cosas son así y nadie las va a mejorar. Al año que viene espero que alguien tome el testigo del barruntador, tras mi muerte en el chinchoso, y esta pequeña tradición virtual que me inventé en su día, no tenga también una muerte ridícula.

¿Puede ser éste el último beso que te escribo?

lunes, 3 de noviembre de 2008

Blas, el barruntador de las cañás y el barman que disía "mec"

De humilde familia y lisonjero parar, Blas, un escuálido borracho natural del borreguillo, apuraba las babas de su penúltima caña bien llegado el atardecer.

El destino le había otorgado el privilegio de currar como barruntador, lo cuál no llevaba muy bien, falta de autoestima para tal honorable cargo. Tanta carga moral le hizo venirse abajo y todo declinó en la bebida y sus agridulces senderos.

Caprichos del destino, él que había sido ingeniero de profesión y músico de afisión, bombardeaba alcohólicamente contra sus últimos pedazos de carne de la muralla bajo el corazón, lo que antaño fue riñón.

Como era de esperar, era viernes de Carnaval y la hora de enfrentarse al malvado tío de la higuica, como bien hicieron sus antepasados, estaba llegando. Como buen barruntador seguía un duro entrenamiento a base de hectolitros de líquido elemento diarios y ese día precisaba de por lo menos, medio hectolitro más.


Se giró como pudo hacía el barman: " ¡Primo! una ferrá más." Esperó sin recibir respuesta.

Reiteró su intento, pero na, el barman seguía por ahí haciendo cosas raras con el resto de clientes no menos ebrios.

Al final llamó su atención cantando una vieja canción de coral: "Ya se murió el burro que acarreaba la vinagre,..." Acompañando la tonada con un monedero improvisado.

Se miraron durante un minuto y a falta de servicio, Blas reivindicó otra copa again. El barman dijo algo que el barruntador no pudo asimilar y le preguntó: "¿Qué?"

Y el barman añadió simpáticamente: "¡Mec!"

Una carcajada general como venida de un mundo paralelo o de una serie americana retronó en su mollera. El barman se partía en dos medios ante la incredulidad del barruntador, por lo que se quedaba igual ante su pobre intento de cesar el cachondeo.

Blas estaba hasta las gónadas de aquella mofa sinfín hiperbólica que nunca alcanzaba su final. La situación era desesperante y no iba lo suficientemente ciego para pasar de aquella malversación de la autoestima. Sus intentos de acabar con aquellos botarates eran contrarrestados con risas aún más fuertes y unísonas, típico de aquél que no tiene la razón pero si más voz y por lo tanto la razón.

La alegórica trama restaba tiempo al barruntador para alcanzar el estado físico necesario para combatir al tío de la higuica, su Dios por un brebaje rápido. Miró a su alrededor en busca de algún resto de alcohol olvidado, gratis y bienhallado. Tan sólo se encontró rodeado de ingenuas risotadas que no remojaban el paladar, porque la madeja ya duraba horas. Puto barman, no ha servido nada en todo el malverso rato.

Se deslizó tras la barra en un movimiento visto-novisto y se aferró al preciado grifo del santo y líquido elemento. Agafó la palanca y ... dos gotas de espuma rebañaron su gaznate. No quedaba barril, pero si barrila.

Trató de negociar con el barman, que entre carcajadas le comento algo. Blas superagobiado le preguntó que decía y le respondió: "¡Mec!"

El barruntador desconsolado se halló en un bucle de retrorisión sin bebercio alguno.

La sangre bajaba por la báscula, hubo sangre derramada. El tío de la higuica estaba haciendo de las suyas, mientras la dignidad y paciencia de barruntador estaba a punto de estallar.

En un alarde de inteligencia, el barruntador se miró y se llamó ignorante. La solución estaba en mirar más allá de la joven damisela sentada en la ventana, pues había otro bar, más gente, distinto mundo tras la ventana, toda una gama de cerveza por descubrir.

Salió de aquél antro como alma que tiene sed y bebe por que se refresca. Cruzó la calle, miró por última vez la damisela, ésta le sonrió, le devolvió el cumplido, recordó que olvidó pagar y pensó que les den sólo son unos mequetrefes, y alcanzó el bar de enfrente.

Todo allí, era reacio. Se jugaba a las cartas a tutiplen y el joven camarero no parecía tener malas pulgas, aunque serio era un rato. Pidió una buena ferrá y el camarero se la sirvió con gusto. Visto-novisto again, la mirra yacía en su estomago.

Cargado de fuerzas reveletizantes se despidió y pagó al buen camarero y éste le dijo: "Ves en cuenta". Subió por la calle en busca del malvado y perverso, a la par de mujeriego, tío de la higuica. Sin parar en Rupert para reveletizarse más ni na.

Allí estaba el tío, revanando cuellos el cabrón. El barruntador no le dejó ni respirar, nada de desafiantes reencuentros héroe-villano, ni publico enfervorecido que corea su nombre. Legendario como siempre, ciego como antaño, bosó en nanosegundos y se jodió la higuica bosando, a posteriori again.

Tanto fue el flujo corporal que se quedo sin sustancia, empezó a deber kilos, contrayendose como una supernova y como los grandes se ahogó en su propio vomito.

Y feliz cumpleaños, pero si a ti no te he invitado.

¿Qué? ¡Mec! aspen.