martes, 3 de junio de 2008

Las desventuras y sátiras de la pícara Mariví Carnestoltes


Hoy me siento completamente poseído por el barruntador, que conmigo celebra su centenaria reencarnación, que voy a narrar una fábula, mantenida en el tiempo, barruntador a barruntador, por el método de la transmutación retrospectiva del subconsciente, que el hijo puta del barruntador 1º se inventó tras una buena turca de congretes with mistela, un jueves de carnavales sentao en la hoguerica con unos Don Nadie, con los que había blasfemado horas y horas sobre absolutamente nada interesante.
Todo se remonta a una musculada y de belleza hipoplástica encarnización del efecto higo-barruntivo. El mancebo en cuestión se moteaba a sí mismo "Lázaro de Tormé", aunque realmente se llamaba Paco, cosa que rompía todo su encanto prefabricado.
Corrían tiempos de Carnaval y cómo ahora, era normalizado la presencia de vecinos procedentes de los pueblos adyacentes, los cuales eran muy queridos como hermanos. Todo era jolgorio en las calles y los antifaces postulaban qué los rostros ocultos liberarían las perversiones de todos los corazones. Entonces las orgías estaban a la orden del día, que si pitraco por aquí, entreteto por allá. El joven e ingenuo protagonista, dando honor su ente poseedor, barruntaba las más lozanas mozas, libres de malicia y de alma purificada.
En una de sus cazas, trobosé él frente a una fémina de doradas crines y, en aquellos tiempos ya se sabe, blanquecino pelaje. Lázaro quedosé postrado ante su mirada y preguntolé el nombre. "Mariví de Carnestoltes" me llamo. " Carnestoltes, del casiner, pues Mariví de Carnes flácidas" pensó el caballero.
Todo seguido se dispuso a labrar su huerto, que aunque pedregoso, era bastante permeable a halagos. Tomó su mano y rindió pleitesía, ella sonrió. Le miró a los ojos brillantes, transparentes al alma y ambas se encontraron. Todo magia, todo templanza. Al momento habían fornicado y fumado mil veces en un segundo de infranqueable hielo.
Lázaro se encontraba en paz, nunca creyó que alguna de sus habituales presas pudiera alcanzarle el cielo. Pero hecha la ley de amoríos discontinuos, hecha la trampa. En realidad, Mariví era morena y de tez ennegrecida, la mismísima hija del tío de la higuica, su viejo archienemigo.
La existencia del barruntador, años y años de reencarnaciones, de fieles servicios a la comunidad de regantes del llano, con su empleo por entonces, gerente de una consultoría de Ingeniería de la barruntación de granizos y tempestades., peligraba de verdad.
Lázaro flaqueaba, no alcanzaba la higuica y recibía a diestro y siniestro los atestazos de la hija del tío de la higuica, que blandía un nuevo palo de sport base higuera y cantaba la insorrible típica canción con unas bases rap-metal compuestas por el mismísimo satanás.
Era el fin de todo, mi propio fin, que cómo narrador me estremece. Pero un rayo de luz hizo honor a la esperanza. La historia paso a reproducirse a cámara lenta. Algo divino indicaba la siguiente posición de la higuica, era una luz muy intensa. Reunió todas sus últimas fuerzas y saltó magistralmente arrebatando el preciado manjar.
La hija del barruntador desapareció entre una pequeña explosión sin nada de particular, para reencarnarse año tras año, actualmente este puesto recae en Pacheca que lo lleva con alegría y mucha ilusión.
Lázaro suspiró y se miro los músculos para haber si seguían en el sitio. Pasó unas cuantas semanas pensando en si mismo y abusando de la rutina que la fama le había otorgado, hasta que le vino a la cabeza aquella luz que le salvó. Este pensamiento se convirtió en una obsesión que sustituyo a todas sus anteriores absurdas obsesiones.
Peregrinó a la Fuente Castellanos, que le paraba cerca de la casica la Parra, donde habitaba. Caminando se encontró con un extraño personaje, vestía con mallicas apretás y se gastaba una bici de montaña, último modelo. Bueno este personaje no tiene nada que ver con la história. Y cuando parecía que esta historia iba a dejar de mostrar interés la MORCA se le reveló gloriosa entre un velo de cuetes. Vestía con el futuro traje de los carnavales del 2009. Lázaro la vio alegre y pizpireta. Le dijo: "Gracias, primo" Y la historia perdió realmente el interés.
El barruntador sigue buscando la luz y vosotros que creéis ¿Vale la pena?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que si yo estaba presente junto con la turca y la mistela (dos coleguis), los donnadies que habian eran de fuera.....
jijijijijiji que buen relato, me meo de la risa.
Te tienes que tomar la medicacion todos los dias, que si no mira to lo que cuentas.
Sigue, sigue, Besitos.

el barruntador de la higuica dijo...

Muxas gracias, pero ya lo hago, me las hago yo mismo, son de extracto de modroño y esta más buenas, aunque son astringentes a la par de alcoholicas ...