La necesidad de perricas era natural por aquél entonces, que si para echarse unas cañas o unos fumables, que si para invitar a la chiquilla que tanto gustase.
Como se viene practicando ahora con las garrofas, la higa, era recolectada ilegalmente por la chiquillada para ser trucada por dineros. La higa crecía fuerte y vigorosa por el monte. Pero, como siempre, era bien protegida y vigilada por jubilados que no tenían nada que hacer. La higa por aquél entonces era un bien preciado, como los espárragos ahora. La gente traficaba con ellas, merendaba con ellas y ligaba sutilmente con ella “Te voy a comer l’haiga”.
El plan pues era, plegar higas y venderlas a un viejo verde que vivía en la ronda, al que todos llamaban José “el tío de la higuica”
José presumía de ser un avaro y un corca, siempre con la arrogancia de saber quién tenía el dinero. Su vieja balanza era conocida por todos, medía en la métrica que el inventó para estafar a los pobres chiquillos. Su montón de higas olía desde el convento y la nube de moscas abarcaba todas las solanas, pero él vivía en su orgullo.
Los timos frecuentaban, los chiquillos enfurecían, la Guardia civil registraba a los chiquillos, les quitaba lo que tenían y se lo fumaban, vamos, que todo era una olla hirviente que barruntaba explotar haciendo mucho ruido. “La olla Gurrea” (el ruidico ese que hacen grrrr grrrr)
Dos mangurrianes de la rocha Caranfes planeaban una brillante estratagema. La Inquisición quemaba a discreción y sin motivos por entonces. Con la ayuda divina podían endosar al tío de la higuica algún ritual satánico a su nombre, Dios y sus secuaces harían el resto. El tío de la higuica había realizado un tocamiento general de cojones, nadie lloraría su perdida.
Una noche de relente, el tío de la higuica andaba bastante ciego por detrás de la iglesia, cuando de repente, emergió una silueta de más de dos metros de alto. La iluminación era bastante ruin, pero el tío vio una silueta con cuernos y rabo.
Suspiró, era Juan, el putero del pueblo que iba desenvainado y con unos cuernos de toro en la cabeza, era el día de carnaval y la gente se preparaba para la gran orgía.
Bajo las escalericas y se dispuso a beber agua en la fuente las solanas. Cuando levantó el talle vio dos encapuchados, bastante gordos por cierto, que le maniataron. El tío de la higuica solo pudo apreciar en el último aliento, lo rugoso que apreciaba ser el vientre de los malandrines, luego un golpe le hizo desmayar.
Alzó la cabeza y se agitó, viéndose atado en la cruz se estremeció.
“Somos los Inquisidores de Losa, hemos dado contigo porque recibes mucho dinero negro y en cambio, nosotros la Iglesia, no hemos obtenido nuestro sustancioso incentivo. Eres una lacra para esta sociedad y debes morir en la hoguera. A parte hemos encontrado instrumental satánico y una cinta de Faemino y Cansado en tu alcoba”.
Era Carnaval, la calle de las cruces fruncía el ceño y se agitaba, la gente quería su muerte ipso facto, sobretodo los primates de la rocha Caranfes que se bebían un quinto celebrando el plan bien ejecutado. Ya por entonces “La Serranía” interpretaba su endiablada música.
El tío de la higuica se violentaba y encarnizaba en la cruz. Comenzó a maldecir a todo el mundo. Cosa que enfureció al gentío que comenzó a lanzar higas arrojadizas. El cucurucho picó foc a la falla y el asunto se caldeó. El chinchoso ardía.
(El festejo de la quema del chinchoso, se olvidó como la Inquisición, pero venía a comprender un sacrificio por año de la persona más odiada del pueblo, cosa que hacía a la gente bondadosa por cojones. El evento retornó años después, pero en forma de muñeco, entonces la gente ya no se tomó tan en serio lo de ser buena persona)
Los viejos recuerdan aquel día y lo cuentan en reuniones o corricos pa asustar los chiquillos:
Y el tío de la higuica maldecía desde la cruz a todo el pueblo “¡¡Vuestros hijos pagarán mi muerte!!” mientras su cuerpo se consumía por las llamas. Lo cual, pasó completamente inadvertido entre la mistela y los congretes.
Al año siguiente, Miscletín, el hijo del Miscleta, se preparaba con una sabana y una cesta para disfrazarse en las botargas. Le habían prometido sus padres, que le regalarían una docena de cuetes. Era de noche, cuando cruzaba por detrás de la Iglesia. Oyó una voz: “Ven galán que vamos a jugar a un juego”
“La higuica, la higuica, con la mano no, con la boca si…”
Continuará… La materia crea antimateria - El barruntador legendario
2 comentarios:
nacho has pensado en escribir un libro?? yo lo compraría, sería fan incondicional. gracias por hacer los ratos más amenoslg(y culturizarnos, de paso sea dicho)
jajaj todo a su tiempo bonica. Gracias a ti por comentar de tal forma.
Lo que a mi me gustaría simplemente es que la gente mandara textos para poner aquí, es decir colaboraciones, eso si que sería para mí realmente precioso.
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